Con el paso del tiempo y la experiencia acumulada, me he dado cuenta de algo que no siempre entendemos al comenzar: correr no es solo cuestión de aguante o de velocidad, es también —y sobre todo— un asunto de técnica, prevención y equilibrio. Si queremos correr por muchos años, no basta con entrenar más; hay que entrenar mejor.
Uno de los grandes errores que cometí al empezar fue ignorar la técnica. Yo era deportista, sí, pero eso no me convertía automáticamente en buen corredor. Correr bien exige atención a detalles que muchos pasamos por alto: la postura, la respiración, el tipo de pisada, el braceo. Ojalá hubiese aprendido desde el inicio lo importante que es ejecutar cada paso con conciencia.
Pero quizás lo más subestimado de todo es el fortalecimiento físico. Durante mucho tiempo creí que correr era suficiente. Me tomó varias lesiones entender que el gimnasio no es un lujo opcional, sino una necesidad para cualquier corredor que se tome esto en serio. La fuerza evita lesiones, estabiliza el cuerpo, mejora el rendimiento y prolonga la vida útil de nuestras articulaciones. A eso le sumo la flexibilidad, que —aunque no es mi fuerte— he aprendido a incluir porque hace toda la diferencia.
También hay dos prácticas no negociables para mí: el calentamiento antes de correr y el estiramiento después. No se trata solo de evitar lesiones, sino de preparar el cuerpo y honrar el esfuerzo. El calentamiento activa la musculatura y el sistema cardiovascular; el estiramiento ayuda a la recuperación y a mantener la movilidad con el tiempo. No hacerlos es como entrar a una conversación sin escuchar primero y salir sin despedirse.
Una gran aliada en todo este proceso ha sido Tita. Aparte de ser mi compañera de vida, también es mi compañera de trote. Compartimos muchos entrenamientos juntos, y verla tan rigurosa con su técnica, con su estiramiento, con sus rutinas de fuerza, ha sido una motivación silenciosa. A veces ella es la que me recuerda que hay que parar, respirar, o ajustar algo. Cuidamos el cuerpo como quien cuida un plan a largo plazo, porque eso es lo que esto representa para los dos: un proyecto de vida que queremos mantener saludable y duradero.
También he aprendido a complementar el trote con deportes de bajo impacto como la natación y el ciclismo. Ayudan a mantener el nivel cardiovascular sin sobrecargar las articulaciones. Hoy, a mis más de 60 años, sigo corriendo porque cuido el cuerpo como el activo más valioso que tengo.
En el running no gana quien va más rápido, sino quien llega más lejos. Y para eso, no hay atajos: solo técnica, constancia y respeto por el propio cuerpo. Y si además tienes a alguien como Tita a tu lado, que entiende y comparte esa visión, el camino se hace mucho más llevadero… y más bonito también.




